Segunda parte
Cerca de una hora estuve conversando con los padres de Juan Carlos. La idea era distraerlos, relajarlos. Les hice reír recordándoles las travesuras que hacíamos de chicos …y de no tan chicos también… Pero las sonrisas desaparecían rápidamente y la amargura se instalaba nuevamente en sus demacrados rostros. Los doctores habían informado que su hijo estaba en coma inducido para ir observando su evolución. Llegaron otros familiares a hacerles compañía, así que me retiré y me puse a vagar por la clínica nuevamente.
Entré a un ascensor cualquiera y marqué un piso al azar. El ascensor se detuvo un par de veces en que subió y bajó gente. Cuando quedé solo en la cabina me miré al espejo y me recriminé por haber hecho lo que hice con el joven de la ecografía …yo no soy así, no sé qué me pasó… La puerta se abrió nuevamente y alguien subió.
-”Sr. Bunster, ¡qué bueno que lo encuentro!” dijo severamente una voz a mi espalda. Me giré con sorpresa y quedé helado: era el Dr. Mora que aún creía que yo era hermano del joven de la ecografía.
-”Los exámenes realizados a su hermano arrojaron un resultado preocupante. Dado que la afección es de origen genético, hay altas probabilidades que usted padezca lo mismo. Debo examinarlo de inmediato para descartar la probabilidad. Acompáñeme a mi consulta.”
Su voz era tan autoritaria que obedecí mecánicamente. Estaba en un lío y no sabía como librarme de él. No podía confesarle que me había hecho pasar por otras personas, lo mínimo es que se me acusara de suplantación de identidad o incluso de acoso sexual. Supuse que lo mejor sería dejar que me examinara, después de todo, como no era realmente hermano del joven, no me iba a encontrar la misma enfermedad y me iba a poder ir tranquilo.
Entramos a la consulta y sin mirarme dijo que me quitara los pantalones y me tendiera en la camilla. Yo obedecí en silencio y al momento de tenderme recordé que al salir apurado en la madrugada no me había duchado, es más, llevaba la misma ropa interior que había usado todo el día de ayer y con la cual había dormido por la noche. El doctor se paró junto a la camilla, desde mi posición me parecía mucho más alto de lo que era. Sus grandes manos parecían de carpintero más que de doctor. Sus dedos eran gruesos y curiosamente se engrosaban más en la punta: -”que raro, son dedos cabezones”, pensé. Una argolla se destacaba en su dedo anular izquierdo y sobre el escritorio una foto de él con una mujer y 5 niños delataban que era casado. Calculé que tendría unos 45 años, pero se mantenía en buena forma, su tez morena hacía resaltar las canas que poblaban sus patillas. Sus cejas gruesas le daban una apariencia severa, como de profesor cascarrabias al que era mejor obedecer sin chistar. Llevaba la bata abierta por lo que podía adivinar un abdomen plano bajo su camisa y un abultado paquete de buen tamaño se destacaba en el pantalón.
-”Descubra sus testículos”, dijo secamente.
Me bajé los boxer hasta la mitad de los muslos. El doctor se acercó y miró atentamente mi entrepierna con el ceño fruncido y expresión severa. Se acercó un poco más como para mirar mejor y luego un poco más, tanto que daba la impresión que estaba oliendo más que mirando. Yo estaba tan nervioso que mi pene se redujo a su mínima expresión lo cual me llenó de vergüenza, pero mi humillación fue mayor cuando el doctor acercó una lámpara con lente de aumento para seguir mirando.
-”Acuéstese de lado y doble bien las piernas”, me dijo, -”debo hacer un tacto.”
Eso no me lo esperaba pero obedecí en silencio mientras recordaba esos gruesos dedos cabezones y los imaginé abriéndose paso por mi culo, la sola idea me hizo apretar todos mis esfínteres.
-”¡Relájese!”, dijo y sentí el frío del gel lubricante siendo aplicado entre mis nalgas. Acostado de lado mirando hacia la pared, sólo podía adivinar lo que el doctor estaba haciendo. Sentí su mano izquierda posarse sobre mi glúteo y levantarlo como para separar mis nalgas. Un dedo se posó en mi ano y presionó para entrar. Traté de relajar mi culo pero igual hubo un poco de dolor. Sentí su dedo avanzar decididamente por mi recto hasta que la punta alcanzó mi próstata, haciéndome sentir un gustito ya conocido. Por fuera, sus dedos empuñados presionaban mi glúteo, por dentro la punta de su índice hacía movimientos circulares recorriendo distintas partes de mi próstata.
Cuando pensé que el examen estaba por terminar, el doctor dijo: -”Debo hacerle unas preguntas que debe responder con total sinceridad.” Yo asentí con la cabeza.
-”¿Cómo es su desempeño sexual?” preguntó sin sacar su dedo de mi culo.
-”ehh… ¿normal?” respondí dubitativo.
-”¿Cuándo fue su última actividad sexual?”
-”uf… a ver, hace como dos meses” admití con pena.
-”¿A qué edad inició su vida sexual?”
En ese instante comprendí que eran las mismas preguntas que yo le había hecho al joven de la ecografía. Me incorporé y miré al doctor. ¡No había guantes en sus manos! Me miró con una sonrisa maliciosa y con voz irónica dijo -”¿un poco de su propia medicina, señor quien-quiera-que-sea?” al tiempo que un segundo dedo se introdujo en mi culo. ¡El doctor lo sabía todo! Me quedé helado, no sabía qué hacer, me sentí violado, pero de alguna forma, supe que merecía ser castigado. No podía denunciar al doctor porque él me denunciaría a mí, estaba perdido, no quedaba más que someterme a su voluntad.
-”Vuelva a mirar hacia la pared”, me ordenó y obedecí sumisamente.
Sus dos dedos comenzaron a entrar y salir rítmicamente de mi culo, salían por completo y volvían a entrar hasta el fondo, forzando mi esfínter a dilatarse y contraerse lo que me provocaba un rico dolorcito que me empezaba a gustar. Luego introdujo dos dedos que comenzó a sacar en forma alternada, comprendí que era un dedo de cada mano. Esta vez, los retiraba sólo hasta la mitad lo que provocaba un rápido golpeteo sobre mi próstata que me daba mucho placer. Mi verga comenzó a empalmarse multiplicando varias veces su tamaño. Quise tomarla con mi mano y masturbarme pero el doctor hizo un movimiento con sus dedos que me produjo un intenso dolor.-”¡Prohibido tocarse!” gruñó. Retiré mi mano al instante, el doctor movió sus dedos y el dolor desapareció.
Continuó estimulando mi próstata con dos dedos, luego introdujo un tercero y más tarde un cuarto. Cada vez que lo hacía sentía el exquisito dolor de la dilatación forzada. Con los 4 dedos introducidos hasta el fondo, comenzó a doblarlos en pares y en sentidos opuestos, separando las paredes de mi recto, dilatándolo por dentro. La sensación era dolorosamente placentera y el recuerdo de esos dedos cabezones me hacía gozar aún más. Luego comenzó a rotar sus dedos doblados, recorriendo todo el perímetro de mi culo. Repitió esta operación más de un par de veces, yo sufría y gozaba con los ojos cerrados. De pronto retiró sus dedos, mi ano comenzó a contraerse y antes que se cerrara, un elemento liso y duro me comenzó a penetrar. Me asusté, traté de imaginar qué tipo de instrumento médico me estaba introduciendo y cuáles serían las consecuencias. El objeto era relativamente delgado, pero muy largo, lo sentí rozar mi próstata y seguir entrado aún más. Yo estaba expectante y tenso, finalmente dejó de entrar y al instante comenzó a vibrar. La sensación era indescriptible, desde mi ano y recto se irradiaba por mis órganos, todo mi cuerpo era estimulado por esa vibración, mis testículos se sacudían, mi verga saltaba, mi respiración se entrecortaba, mi mente se perdía en una nebulosa de placer. No sé cuánto duró esto, pudieron ser segundos u horas, perdí la noción del tiempo. El instrumento se detuvo, pero mi cuerpo siguió vibrando. Sin darme tiempo a recuperarme, un segundo instrumento se introdujo en mi culo sin dificultad. Era mas corto, pero mucho más grueso, su forma era más bien ovalada, por lo que mi ano se dilataba más en un sentido que en el otro. El objeto comenzó a girar lentamente alisando las paredes de mi recto, no tengo palabras para describir la sensación. Traté de imaginar qué clase de mente perversa (o bendita) era capaz de crear tales instrumentos, y qué hacen éstos en la consulta de un doctor. El objeto giraba lenta pero implacablemente, el placer era continuo, mi culo estaba cada vez más sensible, mi verga erecta a más no poder, mis huevos hinchados no dejaban de producir más y más semen.
Sin dejar de girar, el objeto fue retirado de mi culo. El doctor me tomó firme y acomodó mi cadera más al borde de la camilla, luego separó mis nalgas y sentí un nuevo objeto apoyarse en mi ano, comenzó a entrar lentamente y por su temperatura caliente supe de inmediato que era una verga. Mi culo estaba tan sensible por la estimulación previa que fui capaz de sentir el glande liso abriéndose paso por mi ano hasta su corona, sentí su frenillo rozando mi recto, sentí las arrugas del prepucio recogido, sentí las venas gruesas a lo largo de todo el tronco, incluso sentí el palpitar con que la sangre era bombeada dentro de ese voluminoso miembro. La penetración se me hizo eterna, parecía que nunca llegaría a entrar completa, su glande rozó mi próstata y siguió aún más adentro. Finalmente sentí su vello púbico y sus huevos apoyarse y presionar mis nalgas. No podía creer que el doctor siendo tan menudo pudiera tener un pico tan grande, pensé que tal vez otro hombre había entrado a la consulta, pero lo descarté. El doctor comenzó con un lento movimiento de mete y saca, retiraba más de la mitad y volvía a penetrar con fuerza. En cada embestida, su glande presionaba mi próstata y mi recto reconocía cada detalle de la textura de ese maravilloso pene. El movimiento no era constante, se iba acelerando y luego se hacía más lento. Me tenía loco, yo casi rogaba porque me penetrara con violencia pero el doctor se tomaba su tiempo. Cada vez me parecía que su verga estaba más y más caliente, ese calor llenaba mis intestinos y comenzó a irradiarse por mi vientre y pecho, lo sentí subir por mi cuello e inundar mi rostro, comencé a sudar profusamente, mi respiración se agitó y empecé a jadear. El calor también bajó a mis muslos, a mis huevos y a mi propio pene que ya estaba caliente, aumentando su temperatura aún más.
El doctor era imparable, su verga entraba y salía una y otra vez, mi culo pedía más y más. Cambió el ritmo y empezó a penetrar cada vez más rápido, se movía en forma frenética, sus jadeos y los míos se sincronizaron en una armonía perfecta. El roce de su verga en mi culo generaba cada vez más calor y la sensación de placer era increíble. Cuando parecía que ya no podía ir más rápido, volvía a acelerar. Casi al unísono nuestros jadeos se transformaron en quejidos de placer. Estaba en éxtasis, no pude aguantar más las ganas de agarrarme la verga y apenas lo intenté, el doctor sacó la suya de mi culo, escuché el chasquido de cuando se retira un condón al tiempo que un dedo cabezón se metió por mi ano y presionó fuerte mi próstata. Al instante dos abundantes chorros de semen saltaron en paralelo y chocaron contra la pared. La leche de estos dos machos brotaba a borbotones de nuestras respectivas vergas al tiempo que lanzábamos profundos bramidos de placer. Nuestros cuerpos vibraban, músculos se tensaban, nuestras mentes se perdían en la profundidad de un orgasmo monumental.
Mi verga seguía lanzando chorros de semen ahora sobre la camilla, mientras que los del doctor caían sobre mi cadera y escurrían por delante hasta empapar mi vello púbico y por detrás hasta desparramarse entre mis nalgas. El doctor siguió un rato frotando su pene sobre mi cadera y muslo, estrujándolo, entregando hasta la última gota. Luego se retiró, me incorporé y le ví de espaldas lavándose sus partes en un lavamanos junto a la puerta. Cuando se volteó ya se había cerrado el pantalón, así que nunca llegué a ver su verga. Recogió el condón y lo botó, luego me pasó toallas de papel y se dirigió a su escritorio. Había tanto semen que no sabía por dónde empezar a secarme.
-”En el sexto piso, al fondo del ala norte hay unas duchas que puedes usar. Están a medio terminar, pero habilitadas, casi nadie las usa” me dijo.
Me sequé a la rápida y me vestí, no quería que me viera desnudo por más tiempo. Me pasó una muestra médica y me dijo -”ponte esta pomadita si te molesta el culo.”
Se la recibí y detuve mi mirada en su foto familiar, ¿cómo era posible que un hombre de familia, supuestamente heterosexual y felizmente casado me hubiese penetrado y dado tanto placer y con tanto morbo? El doctor pareció adivinar mis pensamientos y me dijo -”Te sorprenderías de la cantidad de hombres casados que tienen sexo con otros hombres….”
Guardé la pomada, me giré y salí rápidamente en busca de esa ducha, realmente la necesitaba.
Continuará…
1 comentario:
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