martes, 3 de junio de 2014

El profe de Natación

Apenas comenzó el verano pusimos a mi hijo pequeño en clases de natación. Era un curso rápido, de apenas 8 horas en 4 días. Como soy mi propio jefe (un pésimo jefe, debo admitirlo) yo iba a dejar  a mi hijo a la piscina y lo esperaba hasta que terminara la clase. El primer día, mientras le ayudaba a ponerse el traje de baño, se cortó la correa de goma de sus lentes para nadar. Traté de repararlos y en eso estaba, cuando ingresa al camarín un joven alto, delgado con toda la pinta de ser uno de los profesores de natación. Yo traté de seguir intentando reparar los lentes, pero mi mirada se iba a cada instante hacia el profe y sus movimientos. Dejó su bolso sobre la banca justo frente a mí y comenzó a desvestirse. Era un espectáculo para el cual yo no estaba preparado, pero no por eso estaba dispuesto a perdérmelo. El joven se quitó su camisa y dejó a la vista una espalda ancha, bien formada, lampiña, con la columna bien marcada. Luego desabrochó sus pantalones e inclinándose un poco los quitó, quedando sólo con unos boxer ajustados listados celeste y blanco. Casi debí sujetar mi boca para no abrirla. Su ropa interior dejaba notar un par de glúteos tan exquisitos como nunca había visto en vivo y en directo. No era un "bubblebutt" como dicen los gringos, pero era un poto firme, de nalgas bien marcadas y separadas, tan levantadas que parecían apuntar hacia arriba. "Nalgas de acero" fueron las palabras que vinieron a mi mente sin buscarlas. Y cuando pensé que iba a presenciar en primera fila a este dios griego quitándose el boxer, el profesor tomó su traje de baño y se fue a un cubículo donde terminó de vestirse. Claro, y es que el profe sabía que no faltaba la mamá que entraba al camarín de hombres a vestir a su pequeño.
Más tarde, parado junto a la piscina, miraba atento los progresos de mi hijo, pero de vez en cuando, miraba más allá, al otro extremo, donde el profe enseñaba a los mayores. Lamentablemente a mi pequeño no le gustó tanto aprender a nadar y se asustó por lo que debí retirarlo antes que terminara la clase. Cuando estábamos a punto de salir del camarín, recordé que el profe había dejado sus cosas en un casillero, y como no tenía candado, lo abrí rápidamente sin pensarlo. Ahí estaba su bolso, pero su ropa interior no estaba a la vista. Cerré el casillero rápidamente antes que alguien más entrara al camarín y pensara que mi intención era robar.

A la clase siguiente no tuve la suerte de coincidir con el profe en el camarín, me conformé mirándolo de lejos. Su traje de baño era tipo boxer corto, no tan ajustado y dejaba ver claramente el largo bulto de su verga en reposo junto a sus testículos cuando caminaba al borde de la piscina. En un momento se me ocurrió que fingiendo ir a orinar, podía entrar al camarín. Así que fui y con mas calma, busqué las pertenencias del profe. Abrí su casillero y bajo el bolso se asomaba una pequeña prenda blanca. Rápidamente la tomé y llevé a mi nariz respirando profundamente. Pero el olor que encontré no era el que me esperaba. La aparté de mi cara y me dí cuenta que no era su ropa interior, sino un gorro de natación de lycra. Frustrado, lo dejé donde estaba y volví a la piscina. No me arriesgué a seguir intruseando.

La tercera clase volví al camarín en medio de la lección y me fui directo al casillero del profe. Esta vez miré dentro de su bolso y metí la mano intentando encontrar la prenda íntima. Repentinamente se abre la puerta y apenas tuve tiempo de dejar el bolso cuando escucho una potente voz que me dice :-"¿qué está haciendo, señor?" Creo que pegué un salto del susto, cerré la puerta del casillero y de reojo ví al profe. -"sorry, me equivoqué de casillero", dije y fingí buscar algo en el casillero de al lado, donde había tenido el cuidado de dejar mi bolso. El profe revisó sus cosas, supongo que viendo si le faltaba algo, y luego fue al baño. Yo aproveché de salir y volver rápidamente a la piscina. Poco después apareció el profe, y aunque yo trataba de no mirarlo, noté que en repetidas ocasiones fijaba su mirada en mí como con desconfianza.

La cuarta y última clase fui sin ninguna intención de hacer nada, me había resignado a quedarme sólo con el recuerdo de una fugaz vista a las nalgas de acero del profe. Apenas empezada la lección, el coordinador me llamó fuera de la piscina para conversar conmigo. Pensé que me iba a ofrecer otro curso, pero me entregó un paquetito diciendo que era algo que se me había quedado en el casillero la clase anterior. Le di las gracias y extrañado lo abrí un poco. Apenas ví las franjas celeste y blanco supe de qué se trataba. Fui de inmediato al camarín y allí, sentado a solas, pude hundir mi cara en ese preciado regalo. En eso estaba cuando apareció el profe. No me extrañó su llegada. Su traje de baño dejaba en evidencia una erección en progreso. Se acercó desafiante, y en el último momento, cuando su paquete estaba a centímetros de mi cara, giró y sin decir nada, entró a un cubículo. Como un resorte mis piernas me levantaron y llevaron al mismo cubículo antes que la puerta se cerrara. De espaldas a mí, el profe apoyó sus manos en la pared y entreabrió sus piernas, levantando más el culo y provocando que se me hiciera agua la boca. Mis manos se apoyaron en esas nalgas y con desesperación bajé ese traje de baño. La divina visión de sus nalgas depiladas hicieron temblar mis piernas llevándome de rodillas al suelo. Sin pensar ni medir consecuencias, separé sus glúteos y pasé mi lengua por toda su raja. Las exquisitas sensaciones nublaban mi mente... su sabor, su olor, su textura... poco a poco mi lengua, con voluntad propia, se fue abriendo paso por su esfínter, lamiendo cada uno se sus pliegues y llegando cada vez más profundo, forzándolo a dilatarse. El profe jadeaba despacito y se había empezado a masturbar, quise dejar un rato su culito y afanarme con su verga, pero mi lengua se rehusó. Entraba y salía de ese ano, venciendo su resistencia, contorneándose para recorrer todo su contorno, y luego dejándose expulsar por su contracción. Fue justamente así cómo me dí cuenta que el profe estaba a punto de eyacular. Su culo apretó mi lengua con tanta fuerza que casi pensé que la iba a dejar atrapada, pero luego la expulsó rápidamente al tiempo que un largo suspiro salía de la boca del profe y un chorro de espeso semen se derramaba en el piso. Me dio un poco de pena que todo acabara tan rápido y que la leche del profe se desperdiciara sin haberla alcanzado a probar, pero recordé que el lugar no era el más apropiado para hacer lo que estábamos haciendo. El profe se subió su traje de baño y con la misma prepotencia de siempre me dijo que dejara limpio y se fue. Me quedé un rato ahí de rodillas junto al charco de semen, tratando de asimilar lo ocurrido.

A la salida del camarín, decidido a  fui a la oficina del coordinador y me inscribí en el curso para adultos.