Estaba a punto de cerrar el chat, cuando apareció él. Coincidíamos en edad, estatura, contextura, apariencia general y estado civil. Más encima, estaba apenas a dos cuadras de mi oficina y de camino al lugar donde debía juntarme a almorzar con mi mujer. No tenía mucho tiempo y el sentido común decía que debería pedirle sus datos y contactarlo otro día, con calma, conocerlo mejor antes. Pero en un acto impulsivo le dije que sí, que estaría en la esquina indicada en 10 minutos más.
Llegué al lugar, pero no había nadie. En la esquina de enfrente se construía un edificio y por algunos momentos me asustó la idea de que se tratara de una broma y que todos los obreros estaban pendientes de quién sería el maricón que se pararía en la esquina. Pero pronto se acercó un tipo y mi instinto me dijo que debía ser él. Nos saludamos y me dijo que lo acompañara. Para sorpresa mía, me llevó al edificio en construcción, pero no a las obras, sino al departamento piloto. Cerró la puerta tras él, luego las cortinas y en el dormitorio principal, comenzamos a besarnos y acariciarnos. Metí mi mano bajo su polera y acaricié sus vellos, luego me entretuve mordisqueando sus tetillas. Él me desabrochó los pantalones y sacó mi verga, se inclinó, dijo un -"se puede?" y sin esperar respuesta, se la introdujo en su boca. Yo comencé a acariciar su espalda y le bajé los pantalones para agarrarle el poto. Se incorporó y nos volvimos a besar, le agarré el pene y chorreaba abundante líquido preseminal... tanto que hasta pensé que había eyaculado precozmente. Se tendió de espaldas en la cama, le quité los pantalones y levanté las piernas. A mi vista quedó un culito de pliegues rosados que se asomaban un poco fuera de su raja. -"han pasado varios por aquí", pensé. Me aguanté las ganas de lamerlo, porque después de todo era un desconocido, y también de penetrarlo, porque no teníamos condones. Me tendí un poco sobre él, para frotar nuestros penes, lubricados ambos con sus fluidos. Recordé que no teníamos mucho tiempo, así que le pregunté si quería que acabara sobre él y me dijo -"si, papito, dame tu leche, lo que tu quieras, papito!". Me agarré la verga y me masturbé acabando sobre él, dejando su vientre lleno de mi semen, donde se mezcló con su propio moco que no había dejado de salir durante todo el rato. Nos secamos con papel higiénico, pues en los baños no había agua.
Al despedirnos nos intercambiamos números de celular, pero nunca nos llamamos. Un par de veces nos cruzamos en la calle por azar y nos saludamos con un discreto movimiento de cabeza y una sonrisa cómplice.
Ahora el edificio está terminado y habitado. Cuando paso por ahí, pienso en quién habrá comprado el departamento piloto y si se imaginará siquiera lo que pasó en su dormitorio.
FIN