Desperté sudando profusamente. Estaba recostado en el sofá de la sala de juegos, tapado con una manta. El sol ya estaba alto y una brisa tibia entraba por la ventana. Me incorporé y un terrible dolor de cabeza me obligó a sentarme nuevamente. Traté de recordar qué había pasado, pero más que imágenes, sólo recordaba sensaciones, todas placenteras, provocadas por el apoderado. Fui al baño, en el camino vi que mi mujer y los dueños de casa estaban almorzando en la terraza, pero no pasé a saludar, necesitaba urgente una ducha. Dejé que el agua apenas tibia escurriera por mi cuerpo y con los ojos cerrados repasé minuto a minuto lo que había sucedido después de la cena. Los recuerdos me provocaron una persistente erección. Masturbarme no fue una opción, fue obligación para que mi verga volviera a reposar y pudiera vestirme antes de bajar al almuerzo.
El apoderado celebró mi llegada con una broma tras otra, mofándose de mi poca tolerancia al alcohol. Nuestras mujeres reían de buena gana... yo me resigné y dejé que se burlaran de mí. El apoderado me sirvió un apetitoso plato de mariscos, diciendo con picardía que, aparte de ayudar a componer la caña, tenía poderes afrodisíacos. Mi mujer siguió el chiste diciendo que lamentablemente tendría que arreglármelas solo, porque esta noche las mujeres se iban al casino y a los hombres les tocaba cuidar a los bebés. Las tallas iban y venían y así entre risas de pronto me doy cuenta que todo este rato se habían estado tratando de "compadre" y "comadre". Pregunté el motivo y luego de las carcajadas, me dijeron que mientras yo dormía la mona, habían acordado bautizar a los niños: el apoderado y su mujer apadrinarían a nuestro hijo y nosotros al de ellos. Bueno... a menos que yo tuviera algún reparo. La idea me pareció genialmente perversa: con la venia de la iglesia, cada uno de nosotros íbamos a generar un lazo de por vida con nuestros respectivos amantes. Por supuesto que no me opuse.
Pasamos el resto del día en la playa, yo feliz fermentando al sol. Llegada la noche, y tal como lo habían dicho, las mujeres se fueron al casino (o tal vez a un motel, la verdad, ya me tenía sin cuidado lo que hicieran juntas, con tal que me dejaran a solas con el apoderado). Los hombres nos quedamos con los niños, los hicimos dormir en la misma pieza y les pusimos el monitor para estar atentos si alguno lloraba.
El apoderado me llevó de la mano a su dormitorio, era un recinto amplio, con una chimenea (lamentablemente apagada, aunque era verano y hacía calor, siempre había fantaseado con hacerlo junto a un confortable fuego) en un extremo y un pequeño jacuzzi funcionando en el otro, junto a un gran ventanal que nos regalaba una hermosa vista de la bahía.
Nos desvestimos con calma, alternando besos, caricias, frotes y lamidas. Una vez desnudos nos sumergimos en las tibias aguas del hidromasaje. La sensación del agua y las manos del apoderado sobre mi cuerpo fueron mucho más erotizantes de lo que me esperaba. Me senté a horcajadas sobre él de modo que nuestros penes pudieran frotarse con libertad, lo mismo que nuestras lenguas. Luego de un rato, se me ocurrió una idea loca, tomé aire y sumergí mi cabeza para mamar la verga del apoderado bajo el agua. No fue fácil, debí aprender a introducir su pene en mi boca con mis labios bien apretados para que no entrara nada de agua. También debí controlar mi respiración para no agitarme tanto que tuviera que interrumpir mi labor con demasiada frecuencia para tomar aire. Al principio al apoderado le hizo gracia mi "mamón de película porno", como lo nombró él. Pero luego fue sucumbiendo al nuevo placer de sentir en su pene el calor de mi boca alternarse con las burbujas del agua tibia. Cuando estimé que su verga ya estaba suficientemente excitada, me senté nuevamente sobre el apoderado, pero esta vez fue mi ano el que quería encontrarse con su pene. Nunca había sido penetrado dos noches seguidas, pero ahora lo deseaba más que nunca. Fui introduciéndome su miembro en mi recto, el agua no era buen lubricante, pero esa noche podía romperme el culo, la verdad no me importaba nada. Qué rico era sentir la verga del apoderado llenándome el culo, sus manos amasando mis nalgas, los vellos de su vientre frotando mi pene. No pasó mucho rato en que la respiración de mi amante se aceleró, su pene pareció dilatar aún más mi ano y pude sentir cómo su leche se disparaba caliente dentro de mi recto. El apoderado cerró los ojos e inclinó su cabeza para atrás y yo aproveché de besar la sonrisa de placer que se dibujaba en sus labios.
Cuando sentí su pene flácido abandonar la zona entre mis glúteos, le pedí al apoderado que me regalara su culito una vez más. El se recostó en el borde del jacuzzi, dejando a la vista su hermoso trasero con su vellos escurriendo agua y espuma. Con mis manos separé su nalgas y con morbosa curiosidad miré los oscuros pliegues de su ano. Luego pasé la punta de mi lengua por cada uno de ellos, qué delicioso sabor el de mi amante! Seguí lamiendo con ansias, nunca me había entregado con tanta pasión al placer de dar un beso negro, otras veces el miedo me había detenido, pero ahora nada me importaba, sólo quería sentir una y otra vez la suave textura de esa delicada piel. Metí mi lengua lo más adentro que pude, venciendo la resistencia de su esfínter, lo cual hacía gemir al apoderado. Podría haber seguido toda la noche, pero estaba tan excitado que no me aguanté más las ganas de metérselo hasta el fondo, por lo que me incorporé y sin previo aviso penetré a mi hombre con desenfrenada violencia. El apoderado resistió cada uno de mis embates, lanzando un profundo quejido que sonaba en mis oídos como una súplica pidiendo más y más. El descontrol me jugó una mala pasada y la inminente sensación de estar a punto de eyacular llegó antes de lo previsto, pero preferí no contenerme y acabé dentro del apoderado si dejar de penetrarlo.
Seguimos un rato más en el agua, luego nos secamos y tendimos desnudos sobre la cama matrimonial.
-"que ganas de pasar toda la noche contigo" le dije, -"culiar hasta el amanecer..."
-"bueno, compadre, tal vez podamos organizar algo..." me respondió -"una salida de hombres, a pescar, por ejemplo.... además tengo una cabaña en la cordillera que necesita una ampliación" agregó guiñando un ojo.
-"¿tiene chimenea...?"
FIN