viernes, 14 de junio de 2013

El Apoderado, Parte 2


Me sorprendió lo bien que tomó mi mujer la invitación que nos hizo el apoderado. No terminaba de contarle y ya estaba llamando a la esposa de él para ponerse de acuerdo en la comida, la ropa, qué llevar, etc..... cosas de mujeres. Ni siquiera me preguntó desde cuándo que yo era tan amigo de él como para que nos invitara a su cabaña, ni yo le pregunté a ella desde cuándo que tenía a la mujer del apoderado entre los contactos de su teléfono.

Llegó el viernes y después de almorzar nos fuimos a la playa. Nos recibió la mujer del apoderado como si fuéramos amigos de toda la vida y nos indicó dónde instalarnos. Su marido llegaría más tarde, así que me dediqué a recorrer, medir y fotografiar la cabaña, después de todo, se supone que iba por trabajo. La "cabaña" era bastante extensa, más grande incluso que la casa que tenían en la ciudad. Emplazada en la pendiente del cerro, se amoldaba perfectamente a su forma estructurándose en varios desniveles. Recorrerla por el exterior era un paseo por el bosque pues los árboles de la vegetación nativa se confundían a ratos con los postes sobre la cual estaba fundada. Al oscurecer las mujeres fueron a hacer dormir a los niños y yo fingí leer un libro en la terraza, cuando en realidad estaba atento a cada vehículo que se acercaba con la esperanza que fuera el apoderado.

Un susurro llamó mi atención. Era el apoderado que, oculto entre los arbustos, me hacía señas para que bajara. Muy intrigado fui al bosque y antes de llegar con un gesto me indicó que lo siguiera en silencio. Caminamos sigilosamente entre la vegetación y la cabaña. Junto a un árbol el apoderado me indicó que trepara. Me sorprendió su indicación, pero obedecí curioso. No fue necesario ganar tanta altura para que una ventana de la cabaña quedara en mi campo de visión.

La imagen de lo que sucedía en el interior me dejó helado.
-"lamento que te enteres así, pero de otra forma no me habrías creído" susurró el apoderado mientras mi cerebro explotaba tratando de procesar la imagen de su mujer haciéndole un enérgico cunilingüis a la mía.
-"lo de mi mujer lo descubrí hace un par de meses y por lo que veo, tu no sabías lo de la tuya" agregó en voz baja.
Yo estaba como piedra, no era capaz de articular palabra. Lo que estaba viendo producía una hecatombe en mi cabeza. Miles de preguntas, reproches, dudas.... sentimientos de pena, rabia, alivio... estaba tan fuera de mí, que ni siquiera me dí cuenta en qué momento el apoderado me había bajado el pantalón. Con una mano acariciaba mis testículos por sobre la ropa interior, con la otra se sujetaba de una rama del árbol. A pesar de lo perturbado que estaba, mi verga reaccionó a sus masajes y comenzó a ganar tamaño, dureza y temperatura. El apoderado no se contuvo ante la potente erección y con su mano por un lado y sus dientes por el otro, bajó mis boxers lo suficiente para que mi pene quedara expuesto a la brisa marina. 
Con su mano libre me lo agarró con firmeza y desplazó suavemente el prepucio hacia atrás para descubrir el glande en su totalidad, luego pasó su lengua por sus labios para humedecerlos y con ellos cerrados me dio un beso en la punta del pico, para luego ir poco a poco introduciéndolo en su boca, haciendo presión con sus labios en el contorno del tronco a medida que lo iba recorriendo.

No sé si sería por lo bizarro de la situación o por la habilidad del apoderado, pero las sensaciones del roce de su lengua junto al calor y humedad de su boca eran mucho más placenteras de lo que podía recordar. Normalmente hubiera cerrado los ojos y me hubiera entregado al placer, pero me resultaba imposible despegar mi vista de esa ventana. Creo que nunca había visto a mi mujer gozar tanto recibiendo sexo oral, pero no sentí envidia, porque yo también estaba recibiendo la mejor felación de mi vida. El apoderado realmente se esmeraba en estimular cada centímetro de mi verga. Con sus labios bien cerrados y provocando un vacío, movía su cabeza de glande a pubis al tiempo que con movimientos circulares su lengua recorría todo el perímetro del tronco de mi pene. Con el vacío, mi verga se puso tan sensible que juro que con mi prepucio sentía cada papila de su lengua, incluso con mi glande podía sentir el roce con la textura de sus amígdalas.

El apoderado era incansable en sus arremetidas, introduciéndose completo mi pene en su boca una y otra vez. Yo no había dejado de mirar a nuestras mujeres y cuando noté en la mía  la inequívoca señal de estar al punto del clímax, algo debió reaccionar en mi cuerpo y el apoderado se dio cuenta, porque de inmediato aceleró sus movimientos, provocándome al instante un colosal orgasmo al mismo tiempo que mi mujer se retorcía sobre la cama disfrutando del suyo.
-"Primera vez que acabamos juntos", pensé mientras sentía cómo, espasmo tras espasmo, abundante semen me salía a borbotones para caer en la hambrienta boca del apoderado. Se lo comió todo, estrujando incluso mi verga para que hasta la última gota no se le escapara. Siguió chupando y chupando con dedicación hasta que mi pene terminó completamente flácido entre sus labios. Sólo entonces me dí cuenta lo cansados que tenía los brazos, después de todo, llevaba largo rato literalmente colgando de un árbol. El apoderado tuvo la delicadeza de subirme la ropa interior y el pantalón y me ayudó a bajar. Me dio un breve pero intenso beso, donde pude saborear restos de mi semen.

-"vamos, ya es hora de cenar" dijo, "estuvo rico el aperitivo" y guiñando un ojo agregó -"estoy ansioso por probar el postre."



Continuará