lunes, 3 de diciembre de 2012

El Apoderado

Sigo con mis relatos de fantasía.


Ese día nos quedamos dormidos.
Mal afeitado, con el pelo todavía mojado, sin desayuno y sin aliento, dejé a mis hijos en el jardín infantil rayando en la hora límite en que los niños son recibidos. Cuando iba saliendo y ya más tranquilo, casi tropiezo con otro apoderado que venía muy apurado con su pequeño en brazos. Me hice a un lado y sostuve la puerta para que pasara. Seguí mi camino y él el suyo, pero algo había pasado:  por menos de un segundo nuestras miradas se cruzaron.
El resto del día me lo pasé desconcentrado, pensaba en el apoderado: recordaba sus ojos oscuros, profundos, su barba corta que poblaba sus mejillas y rodeaba sus labios en expresión de sonrisa dejando entrever sus dientes como diciendo "gracias" .
Por la noche me costó conciliar el sueño y desperté abruptamente en la mañana con una gran erección matutina. Me levanté discretamente para no despertar a mi mujer y fui al baño. Me bajé el pantalón de pijama y liberé a mi verga que estaba al máximo, caliente, palpitante, el glande descubierto y húmedo con líquido preseminal. La tomé con mi mano derecha, ardía en ganas de masturbarme, no es algo que haga muy seguido. Apreté fuerte mi mano y la desplacé lentamente hacia la punta de mi pene, obligando al prepucio a cubrir el glande. Luego desplacé mi mano hacia atrás y el glande quedó nuevamente al descubierto. Con un poco de saliva lo humedecí y repetí la operación una y otra vez, con calma, lentamente, disfrutando cada centímetro de recorrido. Cerré los ojos y me imaginé que delante mio estaba el apoderado, de espaldas, ofreciéndome su culito. Me imaginé separando sus nalgas y afirmando la punta de mi verga en su agujero. Me imaginé presionando y metiendo mi verga hasta el fondo en ese culito apretadito, caliente y húmedo. Con mi mano izquierda me afirmé en la pared y con la derecha aceleré los movimientos masturbatorios. Me imaginaba penetrando al apoderado una y otra vez y él pidiendo más y más con esa deliciosa sonrisa en sus labios. Pronto sentí que estaba a punto de acabar, me incliné un poco para dirigir el semen que saliera hacia el inodoro, sin dejar de frotar mi verga y acompañando con movimientos de cadera, me entregué al placer de la eyaculación. Fue una paja rápida, pero necesaria. Limpié la tapa de inodoro y me metí a la ducha.

Ese día no me topé con el apoderado en el jardín.
Al día siguiente salí mas tarde a propósito y luego de dejar a los niños me quedé un rato en la puerta del jardín, fingiendo revisar algo en mi teléfono celular. De pronto un auto a alta velocidad se detuvo bruscamente y se estacionó a media cuadra. El apoderado se bajó rápidamente, sacó a su hijo y se acercó corriendo con el pequeño en brazos. Le abrí la puerta, él nuevamente me dirigió esa mirada profunda que me descolocó el otro día, y también agradeció con su sonrisa, pero además adiviné en su rostro una expresión como de extrañeza, como de "¿tú otra vez? ¿será casualidad?" Le seguí con la mirada mientras entregaba a su hijo. Era sólo un poco más alto que yo, pero más delgado. La camisa suelta no ocultaba una espalda ancha y bien formada, que terminaba en un trasero rellenito, levantado, bien destacado por su pantalón de gabardina. Me dí cuenta que llevaba ahí parado más tiempo del prudente, así que cerré la puerta y me fui caminando a mi oficina. Antes de llegar a la esquina, un vehículo se detuvo a mi lado. Era el apoderado que me miraba con esa sonrisa que me estaba empezando a volver loco.
-"Te llevo a alguna parte?" me preguntó.
-"No te preocupes, mi oficina está cerca." respondí al tiempo que me daba cuenta que era la respuesta equivocada.
-"Te llevo igual" insistió por suerte, así que acepté y me subí.
Mientras me ponía el cinturón de seguridad miré discretamente su mano sobre la palanca de cambio. Era una mano grande, pero de dedos finos, uñas cuidadas, venas marcadas. No me atreví a mirarle el paquete, no quise levantar sospechas por si el apoderado no compartía mi debilidad por otros hombres. Luego de un breve, pero incómodo silencio, me dio las gracias por haberle sujetado la puerta en dos ocasiones y me confesó que siempre llegaba tarde. La conversación se centró luego en los niños y el jardín. Al momento de bajarme y despedirnos con un largo y fuerte apretón de manos, me dirigió nuevamente su embriagante sonrisa.
Los días siguientes no nos vimos y el masturbarme pensando en él se hizo un rito diario.
Finalmente llamaron a una reunión de apoderados, a la cual fui con la esperanza de encontrarme con él. Por supuesto llegó atrasado y se sentó más atrás. Terminada la reunión, las tías ofrecieron un café y galletitas. Mi mujer y la suya fueron a buscar café... él y yo fuimos por las galletitas. Conversamos trivialidades y de nuestras profesiones, él dentista, yo arquitecto. De nuestras bocas salían palabras, pero sus ojos parecían querer comunicar otra cosa, y seguramente los míos también. Por la noche me desvelé pensando si estaría yo interpretando bien las señales, o si serían solo ideas mías.

Al día siguiente grande fue mi sorpresa al encontrarme con el apoderado parado en la puerta del jardín. Sostuvo la puerta para que yo entrara y me regaló su hermosa sonrisa. Al salir estaba ahí, esperándome.
-"madrugué para conversar contigo" me dijo.
-"¿sobre qué sería?" pregunté realmente intrigado.
-"quisiera tu opinión profesional para hacer una ampliación en mi casa" me dijo. -"¿cuándo puedes ir a verla?"
-"ahora mismo si puedes tú" le respondí sin pensar.
-"entonces vamos" dijo, señalando su auto.
El tráfico a esa hora era principalmente en sentido opuesto al nuestro, así que llegamos en poco tiempo. Hicimos un recorrido por el patio y el primer piso, luego subimos a los dormitorios. Cuando entramos al dormitorio principal me empecé a poner nervioso, ideas locas se me venían a la cabeza, como imaginarlo desvistiéndose en un rincón o teniendo sexo con su mujer en esa cama...
-"voy al baño, vengo al tiro" me dijo.
Me acerqué a la cama que aún estaba deshecha. Tomé su pijama, lo acerqué a mi nariz y respiré profundo, qué delicioso sentir su olor a hombre impregnado en esa tela. Dejé el pijama como estaba y fijé mi mirada en la ropa tirada en el piso. Su ropa interior usada estaba ahí. No me resistí y me agaché a recogerla. Hundí mi nariz en donde habían estado su verga y testículos  Me dejé embriagar por su olor más íntimo. Escuché la puerta del baño, arrojé el calzoncillo al piso y simulé mirar por la ventana tratando de que la semi-erección que tenía pasara desapercibida. Él se acercó y se paró junto a mi.
-"¿bueno y qué te pareció", me preguntó.
-"muy bien" le dije -"pero aún no me dices qué quieres hacer"
-"quiero que me huelas como oliste mi ropa interior" me dijo descaradamente. Yo lo miré sorprendido y agregó -"no te hagas el desentendido, me quedé espiándote para ver qué hacías y confirmar mis sospechas: Tu me deseas tanto como yo a ti."
Se puso frente a mí y pude advertir la erección en sus pantalones. La ansiedad dio paso a la lujuria. Nos acercamos mirándonos a los ojos, incliné un poco mi cabeza y mis labios rozaron los suyos en un beso tímido. Sus manos se posaron en mi cadera y me acercaron a la suya, nuestros paquetes se encontraron y se empezaron a rozar. Yo le abracé también al tiempo que con mi lengua humedecí todo el contorno de su boca. Él no resistió más y me estampó un beso apasionado. Fue un beso largo, rico, con pasión pero no desesperación. Sin separar nuestros labios y lenguas, nos fuimos soltando poco a poco los botones, cinturones y cierres. Su camisa abierta me dejó entrever un pecho firme cubierto por vello corporal pero en una zona muy delimitada. Mis dedos se enredaron en ese pecho peludo y luego pellizqué suavemente su tetilla que reaccionó endureciéndose al tiempo que el apoderado lanzó un leve gemido. Sus manos acariciaban mi espalda por debajo de mi camisa, apretando levemente, luego desplazándose a todo lo largo de mi columna desde el cuello hasta el coxis, haciéndome sentir escalofríos  Me separé de él un poco y mirándolo fijamente a los ojos le quité la camisa. Él me miraba con su sonrisa que ahora era como la de un chiquillo haciendo una travesura. Tomé su camisa y hundí mi cara en ella, el agradable olor a perfume de hombre disparó mis hormonas. Arrojé la camisa y hundí mi nariz en los vellos de su pecho, el mismo olor me dejó como embriagado de placer. Levanté su brazo derecho y llevé mi nariz a su axila. El olor de su sudor fresco me pareció irresistible y sin pensarlo saqué mi lengua y lamí con desesperación. Nunca lo había hecho y no sé porqué lo hice, pero fue tan excitante y placentero que repetí la operación una y otra vez bajo ambos brazos.
El apoderado me tomó y me sentó en la cama, se quitó los zapatos y pantalones, quedando sólo en boxers blancos ajustados, que contenían su pene en evidente erección. Luego me quitó mis zapatos y pantalones, dejándome al igual que él, sólo en ropa interior. Se sentó a horcajadas sobre mí, nos abrazamos con fuerza y besamos mientras nuestros paquetes, vientres y pechos se rozaban con frenesí. Me recosté y comenzamos a rodar por la cama, hacia uno y otro lado, sin dejar de besarnos, lamernos, acariciarnos. Dejé de rodar para quedar sobre él, ya no aguantaba más las ganas de ver, oler y lamer su verga. Bajé lentamente besando cada centímetro de su cuello, pecho, vientre y pubis. Con ambas manos tomé sus boxers por el elasticado y los fui bajando lentamente, hasta que su verga pareció saltar al quedar liberada de la presión. Era un pene más largo que el mío, pero no tan grueso. Su glande brillante destacaba por su volumen, comparado con lo fino del tronco, que se veía más bien liso, sin venas marcadas. Quise inclinarme y lamerlo, pero el apoderado se incorporó y me quitó mi ropa interior, al ver mi pene sus ojos parecieron brillar al tiempo que decía "wuauu!"sin duda complacido por lo grueso de mi miembro. Antes de darme cuenta, su boca chupaba frenéticamente mi tronco. Con su mano derecha obligaba a mi prepucio a cubrir completamente mi glande y luego introducía su lengua entremedio y la hacía girar, recorriendo todo el contorno lo cual me hacía sentir un delicioso placer. Sin dejar de succionar, me empujó y quedé tendido de espaldas en la cama, enredé mis dedos en sus cabellos y acompañé su cabeza en un rítmico sube y baja que obligaba a sus labios a recorrer mi verga de pubis a glande. Me dediqué a disfrutar y mirar, quería grabar en la retina la imagen de ese hombre 100% varonil, padre de familia, que se entregaba con pasión a darme placer mamándome el pene.
Luego de un rato dejó mi verga muy sensible y dura a más no poder. Se acercó a mi cara y me introdujo la lengua en la boca. Al mismo tiempo, acomodó su trasero para sentarse sobre mi de modo que la punta de mi pene quedó justo en la entrada de su ano. Lubricada como estaba con toda su saliva, mi verga se empezó a abrir paso por su esfínter, lentamente, a medida que el apoderado iba bajando sus caderas. Ardía en ganas de dejarlo seguir y penetrarlo sin condón, pero me armé de voluntad y lo detuve.
-"no tienes condón", le dije.
-"no", me dijo sin dejar de besarme, "pero no te preocupes, piensa que nuestros hijos tienen menos de un año, antes que nacieran nuestras mujeres se hicieron el test del sida. ¿has estado con otro hombre en este tiempo?"
-"no", le respondí.
-"yo tampoco", me dijo. "Vamos, démosle así no más, si estamos sanos porque nos cuidamos y cuidamos a nuestras familias, es lo bueno de estar entre casados."
El sida no era mi única preocupación, pero me dejé convencer. Hacía muchos años que no penetraba a un hombre sin condón, de cuando era soltero e irresponsable.
-"ok", le dije "quiero llenarte el culo con mi leche."
Y dicho esto, el apoderado terminó de sentarse sobre mí, con lo cual mi pene quedó completamente inserto en su ano. La sensación de sentir las mucosas de su recto, su calor, su humedad, su textura envolviendo mi verga casi me hacen acabar, pero me contuve, era un placer que merecía ser disfrutado por mucho tiempo. El apoderado se incorporó apoyando sus brazos en mi pecho y comenzó a mover sus caderas en su suave baile lleno de erotismo que me dejó extasiado. Con los ojos cerrados y su boca entreabierta, lanzaba suaves gemidos al ritmo de sus movimientos. Yo no quería cerrar  mis ojos para no perderme el espectáculo. Casi involuntariamente, de mi boca comenzaron a salir quejidos que se sincronizaron con los del apoderado. Con mi mano derecha tomé su verga y la presioné contra mi vientre de manera que rozándome se masturbara al ritmo de sus propios movimientos. 
Estuvimos así un buen rato, el apoderado era incansable y yo estaba entregado al placer que me daba, pero se me estaba haciendo cada vez más difícil no llegar al punto de acabar. El apoderado pareció adivinar mis pensamientos, abrió los ojos y me miró fijamente al tiempo que comenzó a acelerar sus movimientos hasta parecer cabalgar sobre mí. Nuestros quejidos se hicieron más fuertes, nuestros movimientos más bruscos, como debe ser el sexo entre machos. Finalmente no resistí más y me dejé ir. Eyaculé dentro del apoderado, sentí cómo un espasmo tras otro fueron vaciando chorros de semen que llenaron las entrañas de mi hombre. Él, por su parte, al sentir el calor de mi leche en su interior eyaculó sobre mí, lanzando su abundante esperma en mi pecho y vientre. Nuestros movimientos fueron haciéndose más lentos hasta que nos detuvimos, nos miramos fijamente con una clara sonrisa de satisfacción en nuestros rostros. El apoderado se inclinó y nos besamos y abrazamos con fuerza y ternura, mientras su semen sobre mí se aplastaba y desparramaba entre nuestros cuerpos, pegoteádonos, sellando la nueva relación de amistad y deseo que acababa de nacer.
Se quedó un rato más sobre mí, alternando sonrisas, besos apasionados y besitos tiernos, hasta que su ano expulsó mi pene ya flácido y los restos de semen. Conversamos un rato más en la intimidad, sobre nosotros, nuestras experiencias, lo que queríamos, lo que esperábamos. Luego nos duchamos juntos, tranquilos, relajados. Nos vestimos y al salir el apoderado me preguntó:
-"¿qué tienes que hacer este fin de semana?"
-"nada específico", le respondí "llevar a los peques al parque...."
-"tengo una cabaña en la costa" dijo, "puedes llevar a tu familia, mi mujer y la tuya se llevarán bien... y ya veremos cómo mantenerlas ocupadas para tener un tiempo para nosotros"
-"¿y cómo le explico la invitación?" pregunté preocupado.
-"quiero hacer una ampliación y necesito la opinión de un profesional" me dijo guiñando un ojo.


¿CONTINUARÁ?